Está la tarde silenciosa. Es uno de esos días de frío intenso, de vidrios empañados y de un tronco consumiéndose en la chimenea.
Está la tarde silenciosa. Excepto por dos suaves sonidos.
Oigo débilmente el tictac de un viejo reloj de pared, que marca las horas, los minutos y segundos, señalando la cadencia de un tiempo inexorable.
A mi lado siento otra cadencia, la de tu acompasada respiración mientras duermes, ajena a mis cavilaciones.
Está la tarde silenciosa.
Me relajo y me dejo atrapar entre las llamas, de un azul claro y un naranja cálido. El tronco a medio consumir y yo doblemente hipnotizado.
Está la tarde silenciosa.
Y pienso.
Pienso en lo bonito de romper este silencio con tu sonrisa.
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